29 de marzo de 2019 (Eric Chasterton, MLB.com).- Desde que se inventó el dinero se acabaron los trueques. Si uno quiere comprar una bolsa de papas fritas, lo único que tiene que hacer es ir a la tienda y dejar un par de billetes sobre el mostrador. No es necesario calcular cuántos calcetines tejidos a mano vale una bolsa de papas fritas. Es mucho más fácil de esta manera.

Pero existe un lugar en el que la economía mediante trueques sigue vigente: el mundo de los uniformes de béisbol.

Como probablemente ya lo sabes, los atletas son supersticiosos y a veces lo reflejan en los números que utilizan en sus uniformes. Para algunos, el número que llevan en sus espaldas tiene que ver con algo bien personal – un cumpleaños o un tributo a alguien o algo – mientras que para otros, tiene que ver con el número que siempre les ha traído suerte.

De cualquier manera es bien importante que no lo cambien. Y a veces lucen bien ingeniosos a la hora de tratar de asegurarse de obtener el número que desean.

Una de las maneras menos creativas para adquirir el número que añoras de un compañero es simplemente pagando por éste. Después de haber sido cambiado a los Azulejos en 1993, Rickey Henderson le pagó a Turner Ward US$25,000 para poder utilizar su camiseta Nro. 24. Obviamente se trata de un alto precio para obtener un número —especialmente si tomamos en cuenta que la carrera de Henderson en Toronto duró solamente tres meses.

Cuatro años antes, Henderson aseguró su Nro. 24 mediante una transacción mucho menos costosa y personal. Después de que los Yankees lo enviaron a Oakland a mediados de la campaña de 1989, Henderson tuvo que negociar con el receptor Ron Hassey para adquirir su número. Todo lo que Henderson tuvo que hacer es sustituir a Hassey en una sesión de autógrafos.

Los relojes Rolex son un reemplazo popular en lugar de dinero en efectivo en este tipo de negociaciones. Cuando Roger Clemens firmó con los Azulejos en 1997, el derecho le dio al inicialista puertorriqueño Carlos Delgado un Rolex junto a US$15,000 para poder utilizar el Nro. 21. En 2010, Jim Thome le dio al dominicano Alexi Casilla un Rolex – pero sin los US$15,000 – para obtener el Nro. 25 tras unirse a los Mellizos. Al año siguiente, el dominicano Adrián Beltré le dio un preciado reloj a su compatriota Julio Borbón a cambio del Nro. 29 cuando firmó con los Rangers.

Pero no todos los jugadores ofrecen relojes caros a cambio de obtener un número. En lugar de un reloj, el patrullero Brian Jordan le compró una motocicleta de US$40,000 al entonces coach de la antesala de los Bravos, el dominicano Fredi González, cuando se unió al equipo en 1999. A cambio, el jardinero pudo lucir el Nro. 33 por tres campañas.

Y en 2003, Tom Glavine hizo algo similar a Burnett. Para poder obtener el Nro. 47 de Joe McEwing con los Mets, el zurdo hizo algo por el hijo de su compañero. En lugar de solamente ofrecerle dinero a la familia del jugador, Glavine se ofreció a pagar la construcción de una guardería en la casa de McEwing.

En ocasiones no hay que pagar mucho por un número: Cuando los Filis adquirieron a Mitch Williams en 1991, el primera base John Kruk estaba utilizando el Nro. 28, el cual había sido el número de Williams durante toda su carrera en Grandes Ligas. Eso representaba un problema para Williams, cuya esposa tenía una colección de joyas con el Nro. 28. Afortunadamente, Kruk sólo había utilizado ese número por una temporada, por lo que no se necesitó mucho para lograr que lo cediera. De hecho, bastó con dos cajas de cerveza.

Desafortunadamente, tiempo después de pasar a los Filis, Williams se divorció. Y ya sin la importancia que representaban las joyas de su ex esposa, el zurdo decidió utilizar el Nro. 99 en 1993.

También puede darse el caso de que un jugador se tope con un negociador duro. Eso es exactamente lo que pareció suceder cuando el zurdo Madison Bumgarner firmó con los D-backs y trató de adquirir el Nro. 40 de Andrew Chafin. Al final MadBum obtuvo el número a un precio no revelado, pero no antes de que varias propuestas fueran rechazadas, incluyendo un par de botas, una casa rodante nueva e incluso un caballo.